jueves, 25 de agosto de 2011

Kraftwerk - TOUR DE FRANCE SOUNDTRACKS


1. Prologue (0:32)
2. Tour de France Étape 1 (4:27)
3. Tour de France Étape 2 (6:41)
4. Tour de France Étape 3 (3:56)
5. Chrono (3:20)
6. Vitamin (8:10)
7. Aéro Dynamik (5:05)
8. Titanium (3:21)
9. Elektro Kardiogramm (5:16)
10. La Forme (8:41)
11. Régéneration (1:17)
12. Tour de France (5:13)

Creo que hablamos hace tiempo sobre la íntima y algo rebuscada conexión que hubo, durante los años ochenta sobre todo, entre la música hecha con sintetizador y las diversas vueltas ciclistas europeas. Así de pronto, me acuerdo de Azul y Negro (Me estoy volviendo loco) y Jean Michel Jarre (Magnetic Fields 2, creo que también Calypso I) sonando en las retransmisiones de la Vuelta a España, y de nuevo Jarre prestando Chronologie 4 al Giro de Italia, ya en los noventa. No recuerdo nada específico del Tour de Francia, pero por ahí andarían los tiros. ¿Por qué se hacía esto? Supongo que las grandes competiciones de ciclismo europeas eran un buen escaparate de nuestros paisajes para espectadores de todo el mundo que las seguían por televisión, y nada más representativo en aquellos tiempos que el llamado "europop", mejor todavía si era instrumental y funcionaba como banda sonora extraoficial. Es de suponer que en algún caso contarían con Kraftwerk, líderes de lo suyo desde siempre, para que prestasen sus temas al pedaleo, los maillots y los puertos de montaña, logrando -como siempre- que todo el mundo fuese por la calle tarareando clásicos electrónicos sin tener jamás la menor idea de quiénes eran sus autores.

Trasera del libreto del CD.

Tour de France Soundtracks (2003) es hasta el momento el último disco de estudio de los alemanes, un álbum bastante tardío -el anterior salió en 1986- que causó una impresionante expectación, ya que a los Kraftwerk se los consideraba en estado de hibernación voluntaria, prestos para algún concierto aislado a regañadientes y muy lejos de cualquier estudio de grabación. Pero no era así, porque se metieron en su eterno Kling Klang de Düsseldorf y grabaron este trabajo en homenaje a los 100 años del Tour de Francia. El disco posee carácter oficial, pese a que su publicación no coincidió exactamente con la ronda gala de aquel año. Tampoco se trata de una obra totalmente original, ya que en 1983 habían lanzado un single titulado Tour de France cuya melodía se recupera en este álbum, amén del diseño "vintage" de su portada. Apuntan mis fuentes habituales wikipédicas -esto no lo sabía- que es uno de los pocos álbumes de Kraftwerk que no se publicó en varios idiomas, sino que mezcló en una única edición el francés, el alemán y el inglés.

Portada del maxi promocional.

Ralf Hütter, Florian Schneider (los Ralf y Florian de siempre), Fritz Hilpert y Henning Schmitz crean aquí una obra conceptual muy chill-out, adaptándose bastante bien a los cambios que década y media después de Electric Café habían afectado a la música electrónica. Todo está muy filtrado y suena suave de verdad, casi nada que ver con aquellos simpáticos sonidos de maquinaria robótica de antaño, pero con esas voces modificadas y esos ritmos industriales que no dejan lugar a la duda sobre su autoría. Ya se veía venir el tipo de música que Kraftwerk utilizaría en el álbum cuando tres años antes lanzaron el single Expo 2000 con motivo de la Exposición Universal de Hannover. Los Kraftwerk del Siglo XXI.

Vídeo oficial.

El brevísimo Prologue del álbum nos pone en situación, y en seguida empieza el pedaleo con tres temas entendidos como etapas del Tour, muy rítmicos y más o menos parecidos en espíritu, aunque no iguales en ejecución. Luego viene la Chrono, claro, que viene a ser una extensión de la tercera etapa. Los corredores se toman una Vitamin (nada dopante, claro) en un bonito tema con algo de letra muy de los Kraftwerk de siempre, como si no hubiesen pasado los años. Aéro Dynamik va en la misma línea retro, expandiéndose en el siguiente corte, Titanium. Elektro Kardiogramm es más papista que el papa, kraftwerkiano a más no poder, con un ritmo que parece emular en un principio al latido de un corazón. La Forme es bastante largo, y desde luego queda patente que el cantante no está en este álbum para cantar, sino para soltar frases robóticas que se repiten hasta la náusea. Régéneration es cortita y ambiental, y todavía queda Tour de France a secas, con un tipo jadeando como si fuese en la bici y una melodía muy bonita, totalmente distinta de la de las Étapes anteriores. Se trata de una versión no muy distinta del single original de 1983.

Tour de France, en vivo.

Por aportar una valoración personal, empezaré diciendo que Tour de France Soundtracks es con todo derecho un álbum de los míticos Kraftwerk, aunque quizá su carácter tardío -y quizá por encargo- lo hace un poco frío. Además, tal como decíamos, el grupo ha limado mucho las asperezas de su sonido y, aunque es indudable que siguen ahí presentes, da la sensación de que al disco le falta un poco de chispa. También puede ser una impresión mía, nada más. Puede escucharse en Spotify, tanto el álbum como un maxi promocional del mismo.

sábado, 20 de agosto de 2011

Gabriel Yared - L'AMANT / THE LOVER


1. A Kiss on the Window (1:45)*
2. Blue Zoon (2:46)
3. One Day on the Mekong (3:32)
4. One Step Dance (2:10)
5. Promenade (3:34)
6. A Man from Cholon (1:26)
7. Helene (2:37)
8. Valse a L'Etage (1:50)
9. The Problems of Life (2:26)
10. Foxtrot Dance (2:27)
11. The Lover (3:12)
12. Habanera (1:47)
13. The Barricades (0:58)
14. Nocturne (3:50)
15. La Marseillaise (1:13)
16. The Departure (3:44)

*He preferido incluir la lista de títulos en inglés para mejor comprensión.

Cuando comento una banda sonora en este blog siempre lo hago por dos posibles razones: 1) que haya sido tan importante e influyente en su momento como para, de algún modo, repercutir visiblemente en trabajos posteriores; y 2) que sea obra de un artista o grupo vinculado a los géneros musicales que tratamos por aquí. Creo que L'Amant (1992), banda sonora de la película del mismo título, no cumple ninguno de los dos requisitos. Sencillamente vi la película y me gustó mucho su música, pero no la consideraría ni un clásico ni una obra especialmente relevante. Me apetecía comentarla y basta.

Gabriel Yared

Gabriel Yared, el autor de esta partitura, no era un novato ni en la composición clásica ni en el mundillo del sintetizador, aunque se puede decir que esta fue su primera grabación que logró una cierta repercusión internacional, cosechando varios premios. El franco-libanés Yared, desde entonces -y seguramente a raíz de esta obra- ha sido contratado en varias ocasiones para embellecer películas de ambientación exótica o sentimental a las que ha otorgado partituras delicadas y sensuales, nada ruidosas, siendo el mejor ejemplo su oscarizado trabajo para El paciente inglés (1996). También es bastante conocida su banda sonora para la megaproducción Troya (2004), de Wolfgang Petersen, que fue rechazada en favor de un muy inferior trabajo de James Horner.

El amante es una película que en su momento, en parte por una mala comprensión por parte de los críticos norteamericanos, en parte por una promoción equivocada que la vendía como el no va más del erotismo explícito, se ha quedado un poco en ese cajón de sastre del que quizá se la rescate con los años como obra de culto. Su director, el generalmente estupendo Jean Jacques Annaud (El nombre de la rosa, El oso, Enemigo a las puertas...), se afanó por contar una historia mucho más definida por un sentimiento de melancolía y desarraigo que por sus dos o tres escenas de cama, contenido todo ello en un envoltorio tan cuidado estéticamente que resulta arrebatador, aunque se lo pone muy fácil a quien quiera criticarla como una película superficial y maniquea. Gabriel Yared tuvo mucho que ver en este sentimiento de deleite sensorial con un tema central que está entre los mejores de su carrera, y que se repite en múltiples variaciones a lo largo de todo el disco. En realidad, este álbum contiene básicamente eso, variaciones sobre el tema principal de la película y música de época -no original- de la que aparece en escenas de baile y similares.

Otra edición en CD, con los títulos en inglés.

El tema principal es el primero que escuchamos en el CD, en el corte titulado A Kiss on the Window, aunque su aparición más representativa está en la pista 11, The Lover. Para entender un poco la naturaleza de este tema, pienso yo que hay que retrotraerse al contenido de la película. El amante cuenta la historia de una joven francesa afincada pobremente en el sureste asiático cuyo nombre no conocemos, que conoce a un adinerado hombre chino también anónimo. Con él, iniciación sexual aparte, entabla una relación en principio aséptica que finalmente acaba marcando toda su vida con los ecos de la nostalgia de aquellos días de juventud y desengaños. La autora de la novela, Marguerite Duras, admitió que la chica era ella y la historia fue real.

Escena cumbre de la película, también en lo musical.

El caso es que el tema de Gabriel Yared contiene tres sonidos, tres colores primarios que vienen a representar los tres sentimientos descritos: el sintetizador, que personifica el exotismo asiático; el clarinete, encarnación de infancia e inocencia; y el piano, un toque de erotismo y picardía. Yared consigue fusionar los tres elementos para crear una melodía que, por sí misma e incluso en las variaciones que no utilizan la misma instrumentación (pongamos la alucinante Promenade), tiene exactamente el mismo efecto nostálgico, y en su parte final recuerda lejanamente al tono que utilizó Francis Lai en películas como Bilitis. Es un tema magistral que justifica la escucha completa del disco, y si me apuras, el visionado de esta menospreciada película. Búsquese en Spotify.


El tema principal.

lunes, 15 de agosto de 2011

Explosions in the Sky - THOSE WHO TELL THE TRUTH SHALL DIE, THOSE WHO TELL THE TRUTH SHALL LIVE FOREVER


1. Greet Death (7:19)
2. Yasmin the Light (7:03)
3. The Moon Is Down (10:02)
4. Have You Passed Through This Night? (7:19)
5. A Poor Man's Memory (6:04)
6. With Tired Eyes, Tired Minds, Tired Souls, We Slept (12:04)

Toma título: "Los que digan la verdad morirán, los que digan la verdad vivirán para siempre". Es el nombre del álbum más celebrado de Explosions in the Sky, la banda tejana que poco a poco parece haberse colocado a la cabeza del movimiento post-rock, del que hemos hablado alguna vez por aquí, esporádicamente. Se trata de un grupo instrumental que descubrí por haber compuesto la banda sonora de una serie de televisión, Friday Night Lights, y que me venía interesando desde hace algún tiempo, ya que las referencias que encontraba por ahí eran magníficas. Me han dejado un poco frío.

Los cuatro miembros de Explosions in the Sky.

No es que haya sido una gran decepción, ya que todo lo que no esté manido o sepa a rancio suele producirme cierta satisfacción, pero habiendo escuchado este disco tengo la sensación de haber estado ya ante algo prácticamente igual. Me refiero a otro grupo del subgénero, Godspeed You Black Emperor, sobre los que ya escribí una crítica hace tiempo. A menos que alguien llegue de pronto y me sorprenda, no me quitará de la cabeza la idea que temo se me forme sobre esta corriente musical: que es como todas las íntimamente ligadas a la juventud (entendida la "juventud" como concepto elaborado tras años de marketing agresivo en todos los medios posibles), original y diferente en cuanto a no ser lo típico que suena en las radiofórmulas, pero totalmente homogéneo en cuanto a que los representantes del género a penas se diferencian entre ellos. El género es nuevo, pero dentro de él todos podrían perfectamente publicar su música bajo un mismo nombre.

Actuación en vivo, con el tema The Moon Is Down.

Este disco, cuyo título no pienso volver a escribir, está constituido por seis temas largos que, más o menos en palabras del grupo, son pequeñas sinfonías autoconclusivas. Es cierto que cada tema contiene diversas variaciones en su desarrollo, y no se puede negar que Explosions in the Sky poseen un muy buen manejo de las guitarras, la batería y el bajo, pero sus composiciones resultan bastante predecibles. Para no entrar en detalles, puede decirse que consisten en lentas introducciones ambientales, agradablemente profundas y maduras, que siempre -absolutamente siempre- desembocan en estruendosos solos de guitarra eléctrica muy distorsionada a lo grunge, y en golpetazos indiscriminados a la batería, sobre todo a los platillos. A veces hay también un nuevo movimiento ambiental antes del final. Es como si los componentes del grupo estuviesen en buena forma en cuanto a inspiración a la hora de grabar y se dejasen llevar por sus instintos hacia el mejor rock progresivo, para darse cuenta de pronto de que se deben a un público post-adolescente que va a festivales y exige caña guitarrera. Explosions in the Sky son interesantes cuando imaginan, y tremendamente rutinarios cuando arrojan su carnaza indie.

Contraportada.

El grupo, por qué no decirlo, tiene cierta aura que debe volver locos a sus fans. Por una parte, este álbum -el segundo de su carrera- salió a la venta poco más de una semana antes de los atentados del 11-S en Nueva York, en 2001, y con todo el trajín conspiranoico y nostradámico que se montó, ese avión de la portada, ese nombre para un grupo, ese título tan ominoso para un disco y algún otro detalle que os invito a investigar por la web llevaron a las autoridades a investigar muy en serio si esta gente tenía algo que ver con lo que pasó. Sin quererlo, unos malotes. Y existencialistas, por supuesto, con líneas de diálogo extraídas de la no menos existencialista película La delgada línea roja (Terrence Malick, 1997) en el tema Have You Passed Through This Night?. Además, como sucedía con los Black Emperor, aquí también tenemos una cierta filosofía de extrema izquierda impregnando la imagen pública del grupo, por ejemplo manteniendo contra viento y marea la idea del grupo como asamblea creativa en la que nadie es el líder y todos lo son a un tiempo.

¿Una portada alternativa? ¿Un single? ¿un EP?

Lo mejor: que tras escucharlo la primera vez se queda uno pensando que quizá te guste más la segunda, que quizá te has perdido algo o no estabas de humor.

Lo peor: que seguramente termines confirmando la primera impresión a la segunda escucha. O no...


Yasmin the Light.

viernes, 12 de agosto de 2011

Fripp & Eno - EVENING STAR


1. Wind on Water (5:30)
2. Evening Star (7:48)
3. Evensong (2:53)
4. Wind on Wind (2:56)
5. An Index of Metals (28:36)

Ya hacía tiempo que no teníamos por aquí a Brian Eno y sus proyectos paralelos. Me salté adrede su reciente Drums Between the Bells, sobre todo porque muchos de los mejores blogs que conozco ya se hicieron eco, y en bastante profundidad. En el futuro todo se andará, pero de momento nos quedamos con uno de los clásicos, un disco que había que comentar sí o sí y que parece encajar bastante bien con estos días de asueto veraniegos.

Evening Star (1975) es todo un favorito entre los álbumes imprescindibles de los inicios del ambient, y de todas las mal llamadas "nuevas músicas" en su momento de emergencia. Robert Fripp, hombre inquieto como el que más, ampliaba sus horizontes musicales habiendo realizado ya las más importantes hazañas de su banda eterna, King Crimson. Brian Eno, por su parte, ya andaba decidido a la búsqueda de sus particulares fuentes del Nilo, aunque todavía no había ideado su mítico Ambient 1: Music for Airports. Es muy importante tener en cuenta, en este sentido, que Eno grabaría el no mucho menos célebre Discreet Music inmediatamente después de Evening Star, en parte como respuesta a éste.

Eno y Fripp, en plan bohemio.

En Evening Star tenemos un total de cinco temas, cuatro más o menos cortos y uno muy largo que ocupaba la cara B del vinilo. En general, el álbum es producto de la evolución de las ideas plasmadas en No Pussyfooting (1973), algo más hermético. Musicalmente hablando, los ingredientes son la guitarra de Fripp y los arreglos de estudio de Eno, a base de experimentación con cinta magnética para crear loops (repeticiones cíclicas del sonido) y pinceladas muy sutiles de sintetizador. Pese a ser la guitarra el instrumento principal, no pretendamos encontrar aquí alardes propios de un "guitar hero" al uso. Robert Fripp, que en efecto merece el calificativo de "guitar hero", utiliza su guitarra como herramienta sonora no necesariamente afín al estilo del rock, sino de una manera mucho más sutil que no desentona con el carácter planeador del álbum. La verdad es que el único tema en el que la guitarra de Fripp parece decir "sí, soy una guitarra" es el que da título al disco.

Wind on Water es el primer tema de Evening Star. Es una composición muy relajada y horizontal que, pese a su ausencia de un ritmo definido o una melodía, cala en el oyente y convence a la primera escucha de que no estamos ante una música al uso, sino ante algo bello y distinto. Evening Star, el segundo corte del disco, es la pieza más melódica del mismo, la más accesible, toda una delicia para dormitar bajo la sombrilla al atardecer. Evensong es algo más difícil de describir a causa de su carácter repetitivo, aunque no rompe en absoluto el tono de la obra. Y Wind on Wind es la composición que cierra la primera mitad del álbum, ahondando en las sensaciones más placenteras y hermosas que ya hemos experimentado con los temas anteriores. Al parecer, la idea original de Brian Eno era que Robert Fripp improvisara con la guitarra sobre una serie de composiciones suyas, aunque al final se optó por componer algo nuevo y aportar creatividad a partes iguales entre ambos. Las bases sonoras descartadas se convertirían en los cimientos de Discreet Music, aunque este Wind on Wind -cuyo autor es Eno en solitario- sobrevivió como integrante de Evening Star primero, y de Discreet Music después. Qué haría yo sin la Wikipedia...

Portada de la edición en CD.

Toda la segunda cara la ocupa An Index of Metals, un exhaustivo desarrollo minimalista de punteos de guitarra tratados electrónicamente sobre un pedal (drone), pura fascinación ambiental pese a que la pieza es bastante larga y puede llegar a hacerse algo pesada.

En resumidas cuentas, se puede afirmar con rotundidad que Evening Star es una obra maestra seminal del género, uno de los álbumes imprescindibles que no pueden pasarse por alto si queremos conocer la evolución de la música instrumental y experimental contemporánea. Y para colmo, como ya decía, es un disco muy accesible y fácil de disfrutar para prácticamente cualquier melómano. Lo retomaremos estos días y nos sumergiremos en su bonita y muy adecuada portada, obra de un tal Peter Schmidt.


Evening Star.

jueves, 11 de agosto de 2011

¡Más de 100.000 visitas!

Más o menos cien mil, si contamos con que yo mismo he debido inflar bastante los números con mis auto-visitas. Aun así, es una cifra bastante bonita que merece la pena celebrar. Mientras soplo mi matasuegras os informo de que he puesto en los enlaces de la derecha una dirección de contacto, por si queréis hacerme sugerencias, críticas mordaces, amenazarme, proponerme matrimonio, enviarme dinero (que gustosamente gastaré en chorradas), vales de descuento en gasolineras o spam de todo tipo. Advierto que no pienso reenviar ningún e-mail para que algún pobre chaval de un país en desarrollo obtenga milagrosamente una silla de ruedas por ciencia infusa, ni tampoco para librarme a mí mismo o a mis allegados de alguna maldición tribal transmitida vía Google. En fin, casi cualquier cosa que se os ocurra.


Gracias a todos y a todas.

miércoles, 10 de agosto de 2011

¿Por qué Pink Floyd?

Porque su sonido es único y siempre lo fue. Comenzaron a finales de los sesenta como banda psicodélica underground y evolucionaron de forma gradual y coherente -haciendo camino al andar- hacia la cumbre del rock progresivo, por mucho que este género se les haya quedado pequeño en algún caso, y se opte por el de Art-Rock como definición más amplia y menos precisa de lo que han hecho musicalmente. Es más, cuando el progresivo pasó de moda Pink Floyd sobreviviría dos décadas más sin perder un ápice de creatividad y acumulando más y más admiradores con el paso de los años. Solamente las desavenencias internas del grupo, y nunca el favor popular, repercutieron en la continuidad de su trayectoria. La triste desaparición del teclista Richard Wright ha imposibilitado in extremis una reunión oficial del grupo que durante un tiempo pareció inminente.

Edición Immersion de The Dark Side of the Moon.

Porque están entre los pocos músicos (si es que realmente hay alguien más) que verdaderamente han alcanzado la perfección artística en su campo. Lo lograron al menos en dos ocasiones: en los álbumes The Dark Side of the Moon (1973) y Wish You Were Here (1975), piezas maestras indiscutidas y célebres, entre otras cosas, por el carácter perfeccionista de su elaboración, que rozó lo obsesivo. Podían pasar un día entero afinando uno de los tambores de la batería para lograr el sonido exacto. Ambos álbumes son tan enloquecidamente perfectos que su escucha es un placer que va mucho más allá del hecho de que nos guste el estilo del cuarteto. Son como las películas de Kubrick para los cinéfilos.

Edición Immersion de Wish You Were Here.

Porque siempre han estado entre los mejores y más vendidos. Pink Floyd es una de las cuatro o cinco bandas más importantes en la historia con mayúsculas del rock, y en su haber se cuentan algunos de los álbumes más vendidos de la Historia. Su popular The Wall (1979) es el tercer álbum más vendido de todos los tiempos, lo que tiene todavía más mérito si recordamos que es un disco doble y, por ello, más caro; y The Dark Side of the Moon es uno de los LPs que más tiempo han figurado en listas oficiales de ventas.

Edición Immersion de The Wall.

Porque poseen una iconografía visual propia que reviste sus trabajos de un toque fascinante. El fotógrafo Storm Thorgerson es responsable de algunas de las portadas y las imágenes promocionales de Pink Floyd, entre ellas el famoso prisma, el cerdo hinchable sobre la fábrica y los hombres en traje de chaqueta -uno de ellos en llamas- saludándose en la calle. Pocas veces en el mundo del rock ha existido una relación tan íntima entre música e imagen, más aún si consideramos la espectacularidad escénica de sus conciertos.

Portada de A Foot in the Door. The Best of Pink Floyd. Me gustó más Echoes.

Porque los seguidores de Pink Floyd siempre han sido unos privilegiados. Los álbumes de Pink Floyd se han venido reeditando desde hace muchos años en multitud de versiones remasterizadas y estuches de lujo como los impresionantes Shine On (1992) y Oh, By the Way (2007). No contentos con ello, y teniendo en cuenta la gran cantidad de material que sigue en los archivos de la discográfica EMI, Pink Floyd relanza su discografía a partir de este otoño en tres ediciones distintas, dentro de una campaña que se ha llamado Why Pink Floyd?: Discovery, que incluirá los álbumes requete-masterizados otra vez, en digipack; Experience, CDs dobles con rarezas; e Immersion, paquetazos con libro y cinco o seis CDs llenos de conciertos inéditos, caras B, maquetas y descartes. Toda la discografía aparecerá en el formato Discovery, pudiendo adquirirse tanto cada álbum por separado como todos juntos en una caja. Y los imprescindibles The Dark Side of the Moon, Wish You Were Here y The Wall estarán en los otros dos formatos tochos para coleccionistas. No tan interesante es la recopilación que saldrá en noviembre, A Foot in the Door, que aun conteniendo una selección muy razonable, no aporta absolutamente nada nuevo.

En fin, que todo esto es una pasta gansa para los reconciliados bolsillos de Mason, Gilmour y Waters, aunque debemos admitir que hay buena carnaza para los mitómanos del grupo y quienes, como yo, estamos algo desorientados con tantísimo material pirata como abunda por la red, y que seguramente verá aquí la luz con algo más de orden y pulcritud. Por mi, perfecto.

domingo, 7 de agosto de 2011

Conrad Schnitzler - ROT


1. Meditation (19:40)
2. Krautrock (20:09)

El pasado 4 de agosto falleció Conrad Schnitzler. Prácticamente no conocía a este artista, aunque debo decir que últimamente había estado pensando comentar el único de sus álbumes que he escuchado, titulado simplemente 3. Sin embargo, la noticia de su muerte me ha llevado a hacerme con este, su primer trabajo en solitario (que alguien me corrija si me equivoco) como muestra de lo que este señor hizo en pro de la música de vanguardia.

Schnitzler fue uno de los más inquietos músicos alemanes que, durante el apogeo del krautrock, tocaron varias posibilidades aquí y allá. Al igual que Klaus Schulze, estuvo presente en el bizarro debut de Tangerine Dream, Electronic Meditation (1970), donde tocó el violín, el chelo y atención: una máquina de escribir. También intervino en el debut de Cluster (o Kluster), Klopfzeichen, del mismo año, y en los posteriores Zwei-Osterei y Schwarz, ambos de 1971. Después, este artista comenzó una carrera en solitario -viendo quizá que no terminaba de encajar en los planes de futuro de ninguna de las bandas anteriores- que tuvo como partida este Rot ("Rojo").

Conrad Schnitzler (1937 - 2011).

¿Cómo definir el estilo de Conrad Schnitzler? Por una parte hay que apelar a los preceptos del krautrock: música electrónica muy experimental, muy rupturista, a menudo solamente instrumental, derivada hacia una especie de pop "siniestro" otras veces, y decantada en sus mejores años hacia lo cósmico, dando lugar finalmente a la Escuela de Berlín, que hoy en día es seguramente la corriente más conocida del movimiento electrónico germano. La producción de Schnitzler es brutal en términos cuantitativos, y también debe serlo en lo cualitativo si atendemos a la enorme influencia que se le atribuye como pionero de un montón de cosas, sobre todo de lo que conocemos como música industrial. Además, parece que ha seguido en activo hasta el final de su vida, publicando un par de álbumes en este mismo 2011.

Rot (1973), no sé muy bien por qué, es un álbum muy difícil de encontrar incluso en formato descarga. Por ahí he leído algo sobre que se imprimieron pocas copias en vinilo, aunque existe al menos una edición en CD relativamente reciente. Estoy escuchando Rot por primera vez mientras escribo esta entrada, y puedo decir desde ya que es uno de los trabajos más complicados que he escuchado hasta ahora dentro de la electrónica. El primer tema, Meditation, tiene un fondo estable, un pedal (drone, en inglés), sobre el que Schnitzler superpone montones de trazas de sintetizador que parecen crecer del grave al agudo como si de las fluctuaciones del motor de una máquina se tratase. En un momento dado se une una segunda capa algo más musical al pedal, aunque la lluvia de pitidos continúa sin asomo de detenerse, dando la impresión de que estamos casi ante un álbum que contiene música "concreta". En la segunda mitad de Meditation desaparecen los pitidos y toman su lugar algunas notas sueltas de teclado bastante espaciales, marcianas casi, sin desarrollar ni por un instante nada parecido a una melodía.

Portada de la edición en CD de 2004.

El segundo tema, titulado Krautrock, comienza también crípticamente, aunque después emerge un ritmillo sintético, hoy diríamos que de videojuego, sobre el que vuelven los pitidos. No pensemos ni por un instante que la base rítmica y los punteos eléctricos funcionan en armonía, porque más bien parecen estorbarse, convirtiéndose cada uno en ruido respecto al otro. El resto del corte es una algarabía de efectos de laboratorio aplicados sobre la base. Muy muy oscuro y opaco.

Rot es, ahora que ha terminado puedo decirlo, uno de los trabajos más áridos a los que me he enfrentado en el blog y no tiene nada que ver con casi nada de lo que hemos escuchado antes por aquí. Parece mucho más cerca de la órbita de la música clásica contemporánea que del ámbito krautrock que conocemos los no muy expertos. No es un álbum para iniciarse en la electrónica germana, pero es evidente que en su día abrió muchas puertas. Sirva como homenaje a Conrad Schnitzler y queda firmado mi compromiso de seguir analizando obras suyas.


Un fragmento de Krautrock.

martes, 2 de agosto de 2011

Jon and Vangelis - PRIVATE COLLECTION


1. Italian Song (2:53)
3. Deborah (4:54)
4. Polonaise (5:24)
5. He Is Sailing (6:47)
6. Horizon (22:43)

Intentando superar el cabreo de estos días, me he planteado realizar una entrada sobre algún disco "buenrollero" que se adapte a la temática habitual del blog, y en seguida me ha venido a la cabeza Private Collection, álbum publicado por Jon and Vangelis en 1983 que supone la cúspide creativa de su carrera como dúo. Mucho cuidado con el título, ya que no se trata de un recopilatorio. Más bien debe referirse a una "colección privada" entendida como galería de arte musical o algo así.

A pesar de la fuerte personalidad artística de Jon Anderson y Vangelis Papathanassiou, el dúo que formaron oficialmente desde finales de los setenta -sin abandonar por ello sus respectivas carreras independientes- nunca fue, para alegría nuestra, una siempre suma de lo que podría aportar teóricamente cada uno de sus miembros. Jon and Vangelis es otra cosa musicalmente hablando, por mucho que ahí esté la voz peculiar de Anderson y los no menos peculiares teclados de Evangelos; Cada uno de ellos trabaja para dar lo mejor de sí, pero también para respaldar completamente al otro.

¿Os acordáis de aquella comedia de TV llamada Primos lejanos,
en la que un tipo de ciudad acogía en su piso a un primo suyo, que era griego?

Como siempre, es bueno que nos pongamos en antecedentes. Jon Anderson andaba liado en la constante deconstrucción de Yes con estos o aquellos miembros, capeando de paso el temporal de la nueva ola musical británica que, o bien convertía a la banda en una reliquia viviente, o bien la obligaba a abrazar con lascivia el AOR (Adult-Oriented Rock), concepto en sí bastante deprimente pese a los buenos resultados de algunas bandas. Jon Anderson colaboraría ese año con Mike Oldfield y daría a Yes un gran espaldarazo comercial con Owner of a Lonely Heart, del álbum 90125. Por su parte, Vangelis sí que estaba un momento algo más sólido de su trayectoria gracias al éxito magnífico de su reciente banda sonora para Blade Runner y los ecos de Chariots of Fire, que seguían sin apagarse. Ese mismo año publicaría la partitura para la película japonesa Antarctica.

Al menos cuatro temas de Private Collection fueron singles. Aquí, dos portadas.

Private Collection es un álbum pequeño en lo que a número de temas se refiere, pero enorme en lo que a melodías y producción se refiere. Es imposible que nadie en aquel entonces lograse un sonido más perfecto. No tengo claro del todo si se trata de una obra conceptual o no, aunque las letras sí que desprenden abundantes referencias a la ternura, el amor y la fe religiosa. Aun siendo sus primeras canciones muy pop y perfectamente comerciales, hay sitio para los experimentos. En este sentido tenemos Italian Song, primer corte del álbum, que Anderson canta en un italiano inventado. O sea, que no es italiano sino una imitación fonética. Es una canción lenta que, gracias a la voz de soprano del vocalista, parece casi un aria. La balada And When the Night Comes es quizá el tema menos conocido del álbum, y no por ser de menos calidad, sino porque no es tan luminoso e invita menos al tarareo. Deborah es de mis favoritas, una de esas canciones que pareces conocer desde siempre aunque nunca la hayas escuchado antes. La letra hace referencia, según entiendo, a un padre que mantiene correspondencia por carta con su hija pequeña. Exquisito tema.

Imagen del interior del libreto del álbum (de Vangelis Movements).

Polonaise (una polonesa, según apunta el título) tampoco es de lo más famoso de Private Collection. Suena como un himno que comienza con timidez y va creciendo hacia un tramo final muy poderoso. Al parecer, esta canción se inspiró en los sucesos políticos que tuvieron lugar en aquellos años en Polonia, con el sindicato Solidaridad y su lucha contra el régimen soviético. Pero mi tema favorito es He Is Sailing. No sé muy bien qué clase de imágenes me trae al pensamiento, pero quizá sean playas tropicales paradisíacas y nativos vestidos con colores brillantes. Todo eso está ahí, y sin embargo pesa sobre lo demás su contenido religioso, ya que He Is Sailing ("Él -Dios- está navegando") es prácticamente el Padrenuestro con algunas variaciones. Por su ritmo marcado y la suntuosidad de sus arreglos instrumentales, sobre todo unas percusiones apabullantes, recuerda un poco en su planteamiento al State of Independence de The Friends of Mr. Cairo, aunque en cualquier caso se trata de una canción que produce una sensación de libertad, de viaje y aventura difíciles de explicar si no se escucha.

La segunda cara de la edición en vinilo la ocupa por completo el tema Horizon, la pieza más larga en la carrera del dúo y una de las más ambiciosas. Es prácticamente una canción convencional alargada durante los primeros diez minutos, pero la atmósfera es tan espectacular, tan enorme, que en todo momento tenemos la sensación de estar realmente ante una suite mucho más complicada de lo que es en realidad. La segunda mitad es mucho más íntima, aunque Vangelis se las arregla para que sus más sutiles toques de piano nos transporten a algún lugar sublime más allá de la estratosfera. En cuanto a su temática, es una plegaria a la autoconfianza que abunda en el optimismo casi utópico -muy new age, todo hay que decirlo- que aportan las letras de Anderson a la práctica totalidad del disco. Se grabó un sexto tema durante las sesiones de Private Collection, que además apareció como cara B entre los singles del álbum, aunque nunca como integrante del mismo. Se trata de Song Is, y se escucha en este vídeo:


¿Y qué hace a Private Collection mejor que Short Stories (1980) o The Friends of Mr. Cairo? (1981) No es fácil de explicar, pero creo que todos quienes hemos escuchado estos álbumes llegamos a la misma conclusión: Private Collection es un álbum mucho más sólido, con mayor sabor de conjunto que logra calar más hondo en nuestra memoria de oyentes, mientras que Short Stories no tenía grandes afanes melódicos y Mr. Cairo parecía más una colección de temas sueltos -algunos un poco fuera de tono- que un todo coherente. Todavía quedaba por llegar un cuarto álbum, Page of Life (1991), tardío en las fechas y un poco escaso de frescura y originalidad.

Quedémonos con Private Collection por ahora, y ojalá nos sirva para hacer un poco más dulces los pequeños sinsabores de este tórrido agosto.


He Is Sailing, directa de un vinilo con su característico sonido.


Deborah.
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