viernes, 7 de octubre de 2011

La culpa podría ser de György Ligeti.

¿Y ese quién es? Pues uno de los más eminentes músicos de mediados del Siglo XX si nos ceñimos objetivamente a su repertorio académico; y me apuesto a que uno de los más conocidos de todo el siglo, dentro de la un tanto extraña música clásica de esa época reciente, atendiendo a su impacto cultural. Hay argumentos que incluso podrían relacionar algunas de sus obras más conocidas con la eclosión de lo que hoy llamamos "nuevas músicas", para las que Ligeti habría sido incluso más decisivo que músicos clásicos de alcance popular como, por ejemplo, los fundadores del minimalismo.

György Ligeti (1923-2006)
¿Por qué? Porque György Ligeti logró algo casi imposible para la mayoría de creadores de su campo: que su música fuese utilizada a discreción y con impresionantes resultados en una superproducción cinematográfica, 2001: una odisea del espacio (1968), que a su vez se convirtió en uno de esos clásicos del cine que casi todo el mundo ha visto o verá alguna vez en su vida. Como suele ocurrir, solamente los más cinéfilos o melómanos se han molestado en conocer a los autores de la música contenida en la película, y se habrán dado cuenta de que, aparte del Bello Danubio azul de Johann Strauss, el Así hablaba Zarathustra de Richard Strauss y una suite para ballet de Khachaturian, los demás temas son de Ligeti. Los más misteriosos, los que mejor parecen encajar con el carácter enigmático de la película, son obra de este compositor húngaro.


Las composiciones de Ligeti contenidas en 2001 son Atmospheres, Lux Aeterna, Adventures y parte de su Requiem. Este último es utilizado durante la escena en que los hombres-simios de la secuencia inicial descubren el monolito y se atreven a tocarlo; Atmospheres es la pieza que suena durante el famoso viaje hipnótico más allá del tiempo y el espacio que realiza el astronauta protagonista; Lux Aeterna aparece durante el viaje a la Luna y el monolito hacia el final de la primera mitad de la película;  y Adventures es la música -que en la película casi parece una secuencia de efectos sonoros- que suena cuando el astronauta Bowman se encuentra consigo mismo en esa extraña habitación de hotel de estilo neoclásico. Atmospheres, por cierto, se escucha también durante varios minutos antes de que la película comience con el león de la Metro, a modo de obertura que debió poner en situación a los espectadores en los cines, aunque en los pases por televisión de la película siempre la omiten.


Es decir, que salvo quizá el Zarathustra (atención, usuarios de Ares y Emule: no es obra de John Williams ni de Vangelis, elmilenarismovaaallegaaarcojonesya), la música de Ligeti está tan íntimamente ligada a la película 2001 que prácticamente podría pasar por su partitura original. Los lectores del blog saben que no es así, más que nada porque esa partitura original a cargo de Alex North no fue finalmente utilizada, reemplazándose por piezas que en teoría iban a usarse solamente en una primera fase del montaje de la película. Tampoco es que Kubrick se preocupase demasiado por contar con el beneplácito del propio Ligeti, teniendo en cuenta que el segundo demandó al primero, costándole al cineasta la simbólica cifra de un dólar el haber utilizado la música del húngaro sin su permiso.

No tengo muy claras las auténticas intenciones de Ligeti cuando compuso estas piezas, ni parece que haya mucha documentación al respecto en la Red, salvo tal vez ciertas teorías que surgen como producto del sentido común: buena parte de la familia de Ligeti -judía- pereció en Auschwitz, y de ahí lo sombrío de las piezas. Esos Requiem o Lux Aeterna con sus estáticos coros polifónicos que parecen ascender hacia el cielo como las bóvedas de una gigantesca catedral gótica, conjugan grandiosidad épica con un sentido avasallador de la angustia, llegando el primero a inspirar incluso pavor, lo que bien podría estar inspirado en los horrores de aquellos años de juventud.


No sé muy bien si Ligeti entendía estas obras como música conceptual inspirada por alguna realidad extra-musical o si simplemente se trata de brillantes ejercicios de estilo, pero es evidente que el espacio interestelar nunca ha sido el mismo desde que lo vimos en una sala de cine (yo en un reestreno, claro), escapándose en su enormidad más allá de los límites del  y escuchamos estos lamentos abismales surgiendo de la negrura del infinito. Nada de tonadillas electrónicas como de películas de marcianos verdes, sino voces humanas sin apoyo rítmico, escalando hacia tonos imposibles en una mezcla de cántico y alarido. Parecen sonidos que brotasen de la propia naturaleza, más instintivos que meramente improvisados, y que despliegan una fuerza evocadora incomparable.


Los más grandes músicos vanguardistas de los primeros años 70, los que de verdad constituyeron el actual estado de cosas en las "otras músicas", tienen sí o sí entre sus influencias primigenias aquella película de Stanley Kubrick y su música de las esferas. Algunos como Jean Michel Jarre o Mike Oldfield lo han declarado a las claras, y no me cabe en la cabeza que otros como Tangerine Dream, Vangelis o Klaus Schulze sean capaces de negar el peso que 2001 y su música tuvieron en sus inicios. Escuchar discos de la época rosa de la banda de Edgar Froese como Zeit, o trabajos antiguos de Schulze como Irrlicht o Cyborg es escuchar, de alguna manera, émulos espirituales de esta música absoluta de György Ligeti. Incluso músicos de ámbitos más diversos, como por ejemplo David Bowie, cambiaron radicalmente el rumbo de sus carreras tras ver y escuchar 2001: una odisea del espacio. Que alguien me corrija en los detalles si me equivoco, pero creo recordar una anécdota según la cual un reportero iba recorriendo las calles de Nueva York, preguntando a los transeúntes si habían visto la extraña película y qué opinaban sobre ella. Un hombre de aspecto bohemio, que resultó ser John Lennon, aseguraba que la veía todos los fines de semana.


Atmospheres.

1 comentario:

Mannelig dijo...

No se me había ocurrido que el amigo György hubiera podido originar esas influencias. Desde luego, Kubrick se pasó un montón con el trabajo de Alex North (el pobre hasta contaba que le habían llevado en ambulancia a las sesiones de grabación, total para nada). Y es que como oyente, en cierto sentido el 2001 de North tampoco me resulta demasiado alejado de los sonidos de Ligeti. Diferentes, de acuerdo, pero... vanguardistas, cada uno a su manera; al fin y al cabo, son composiciones prácticamente coetáneas. En resumen, bienvenidos ambos genios.

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