jueves, 20 de mayo de 2010

¿Qué hacemos con Luis Cobos?


Luis Cobos, en la picota desde hace décadas.

Durante una buena temporada a finales de los '80, y coincidiendo con los primeros tiempos en que empecé a escuchar música en serio, llegó al cassette del coche familiar -gracias a mi padre y una oportuna parada en una gasolinera- el álbum Capriccio Russo, de Luis Cobos, que me hizo vibrar durante todo el largo trayecto que hacíamos hasta Madrid. Aquello me encantó, porque era música clásica interpretada a tutiplén por una orquesta sinfónica de las grandes (la de la radiotelevisión de Moscú, que no debe ser moco de pavo). Me lo imaginaba a él como una especie de super-director de orquesta y estrella mediática, un Richard Clayderman de la batuta, y encima de mi país. Durante mucho tiempo, a mis... pongamos 10 u 11 años, tuve aquella cinta entre mis mejores hallazgos musicales, hasta que, con el paso del tiempo, empezó a parecerme rara la idea de acompañar aquellas hermosas piezas de ballet de Tchaikovsky, Borodin o Rimsky-Korsakov con un ritmo electrónico bastante prosaico. Después supe que había quien se cachondeaba del estilillo chim-pun-chim-pun de Cobos, y de su forma de entender la música clásica como algo susceptible de acompañar tamborileando con la punta del pie en el suelo, convirtiendo cualquier obra maestra universal en un pasodoble taurino cualquiera.

Aquel Capriccio Russo que tantas puertas me abrió.

En fin, que con los años uno se va haciendo un criterio musical y se le van cayendo los mitos de la infancia, aunque el expendiente Luis Cobos sigue abierto en mi pensamiento. ¿Qué hacía realmente Luis Cobos, música clásica "adulterada" en favor de la comercialidad y la venta masiva al populacho y a los espectadores de los shows de José Luis Moreno? ¿O tal vez era un experimentador musical que, utilizando partituras clásicas de sobra conocidas, intentaba demostrar la actualidad de las mismas y acercarlas al mismo tiempo a una audiencia amplísima? Soy bienpensado por naturaleza, y todavía quiero inclinarme más por la segunda idea que por la primera. Daré razones.

Por una parte, y a sabiendas de que el mundo de la música mákina ("ésta sí, ésta no, ésta me gusta me la como yo") violó sistemáticamente más de una magnífica obra musical presente y pasada en aquellas pistas de la ruta del bakalao, lo que hacía el director de orquesta Luis Cobos era más que amable y más que honrado en comparación. Por otra, he sabido recientemente gracias al magnífico blog del compañero Pepe Cantos (Solsticio de Invierno, está en mis enlaces y es de visita obligada) que Cobos ha sido alma máter en la sombra de algunos proyectos musicales patrios nada desdeñables, como Elbosco y CCCP, y eso le debería hacer ganar muchísimos enteros entre quienes le siguen restregando por la cara su chim-pun-chim-pun y su pertenencia a esa cuadrilla de maníacos sacacuartos que es la SGAE.

Luis Cobos en acción, mucho mejor sin chim-pun-chim-pun.

¿Qué hacemos con Luis Cobos? Yo propongo comprenderle en su contexto y, contando con que todo el mundo sea tan bien pensado como yo, ver su vaso medio lleno en lugar de medio vacío.

2 comentarios:

Equinoxe dijo...

Bueno, qué sorpresa encontrar "esto" en tu blog, ja, ja, ja...pero no pienses mal, es una sorpresa agradable, porque yo, en su momento, tuve un dilema parecido con el Caprichito ruso. Yo tenía 16 añitos cuando salió, me acuerdo perfectamente, y me gustó mucho. Y también me pasó que cuando escuhé las obras originales, ya con más edad, me parecieron mejores y más ricas en matices. Pero el experimento me sigue pareciendo interesante. De hecho, a mí me encantaba la versión disco de la 5ª de Beethoven que aparece en Fiebre del Sábado Noche. Por eso me gusta que rompas una lanza en favor del amigo Cobos.

Yo también empecé a escuchar críticas horribles y mofas sobre su música, pero me sorprendió comprobar que la única persona de todas las que escuché opinar que tenía formación musical, también pensaba que era interesante e innovador. También lo valoro por haber hecho los arreglos orquestales de algunos discos que me gustaban, como el debut de Tino Casal.

Después ocurre que hay muchos discos, dentro de la escena electrónica y pop en general, que yo encuentro muy pobres, mucho peores que el capricho ruso, y que han sido venerados por el sector más "guay" de la crítica. Seguro que a tí también se te ocurren ejemplos.

Eso sí, lo que me pareció insoportable es que aplicara el mismo cuento a toda la música clásica que encontró. La idea estaba bien, pero yo creo que abusó "un poquito". Por eso dejó de interesarme.

En fin, me ha salido el comentario casi tan largo como tu crítica, así que perdón a los visitantes. Saludos!

El conde dijo...

Nada, Santi. Estamos de acuerdo. Yo creo que en esta España el simple hecho de vender algo lejanamente clásico, aunque fuera bastante recauchutado a base de ritmos enlatados y popurrís, en aquella época, tuvo su mérito. Supongo que las cosas deben ser juzgadas siempre en su contexto.

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